lunes, 21 de noviembre de 2011

La educación lo es todo

Pocas frases hay que sean más ciertas que esta: "la educación lo es todo". Y cuando se dice todo, es todo: de nuestra educación dependerá nuestro nivel de interés por ciertas cosas, nuestros modales, nuestra forma de vida... pero también nuestras relaciones, nuestra forma de tratar, nuestra capacidad de empatizar y de estar abiertos a todas las opiniones que existan.

Tradicionalmente, la educación no ha abarcado a todos los sectores de la sociedad, y si pensamos ya en el caso de la educación superior, podríamos decir que, hasta hace no tanto, era un bien al que tenían acceso sólo unos pocos. Y no digo unos pocos y unas pocas. Generalmente eran unos pocos.
Si bien ya no podemos decir que las mujeres no tenemos la opción de acceder a la educación (ya no hablamos de educación superior, educación a secas), es cierto que aún hay más mujeres sin estudios que hombres, y a día de hoy sigue siendo un problema.

En el mundo hay casi 67 millones de menores sin escolarizar, del cual más de la mitad (un 53%) son mujeres. Después de recuperar el aliento con la estratosférica cifra (sesenta y siete millones, métanselo en la cabeza), nos damos cuenta de lo dicho antes: nosotras seguimos siendo más. Y este dato no lo doy en un intento de exaltación feminista en contra del machismo, sino que me parece importante por lo primero que se decía al principio: la educación lo es todo.

No podemos pretender separar los nexos entre el mayor porcentaje de incapacidad de acceso a la educación en las mujeres y, por ejemplo, la desigualdad de género. Para lograr una igualdad en tema de género la educación es fundamental, más concretamente la paridad de porcentaje entre hombres y mujeres con acceso a la educación (lo ideal sería 100% en ambos casos, pero vamos poco a poco).
Hablar de igualdad de género nos conduce, a su vez, a hablar de familia. Las relaciones familiares también serían más sanas, igualitarias y justas si cada uno de sus miembros pudiesen tener acceso a los mismos derechos, entre ellos, la educación.

Con todo esto en mente, Rosa María Mujica, educadora y miembro del Instituto Peruano de Educación  en Derechos Humanos y Paz (IPEDEHP), participó en la presentación de "Las niñas a clase: una cuestión de justicia", creado por la ONG Entreculturas . Este informe incide en la educación como herramienta necesaria para llegar a una sociedad más justa e igualitaria, y ofrece propuestas a los gobiernos para acabar con las injustas desigualdades entre hombres y mujeres.

Dentro de este ámbito, el proyecto en escuelas rurales de Quispicanchi lleva ya un tiempo creando pautas para fomentar el acceso de niños y niñas al colegio. Además, se ha mejorado la calidad de los propios centros educativos, y los niños y niñas van ya con ganas a estudiar y aprender, porque no hay actitudes violentas o perjudiciales para ellos y ellas. 

Mujica afirma que el trabajo fundamental se centra en los maestros, elaborando planes para trabajar en las propias conciencias de cada persona. Posteriormente, la misma técnica se lleva a los padres y madres, y a los hijos e hijas estudiantes. 

Actividades como esta, informes como el de Entreculturas y acciones de otros organismos deberían estar en los proyectos de todos los gobiernos, no sólo de asociaciones no gubernamentales. Si queremos una sociedad más justa, más igual y, en definitiva, más feliz, hay que cambiar las bases, que pasan necesariamente por un cambio en la educación.

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