lunes, 21 de noviembre de 2011

Heroínas

Los desaparecidos en México siguen siendo noticia. La Comisión Nacional de Derechos Humanos calcula que se desaparecen cerca de 1600 personas al mes en este país. Estos desaparecidos son, en su inmensa mayoría, migrantes con destino Estados Unidos, a los que, en algún momento del trayecto, se les perdió la pista.
Sin embargo, a quien se tiene menos en cuenta es a las víctimas indirectas (no tan indirectas, según mi opinión) de esta desgracia: sus mujeres, madres, hermanas. Ellas son las que quedaron y tienen que aguantar solas el pilar de su familia, con recursos escasos, sin ayuda, sin apoyo.

Además de tener que sacar adelante a su familia, ellas siguen buscando a sus maridos, padres, hijos. Y todo esto de ilegales, porque las autoridades gubernamentales se desentienden y no tienen ningún tipo de organización interna y, sobre todo, de interés por cooperar.
La directora de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, Ana Lorena Delgadillo, conoce a la perfección la situación de estas mujeres, y critica fuertemente la no acción de los estados frente a este problema.
Dice, además, que las mujeres de Centroamérica lo tienen aún más difícil que las mexicanas, ya que no tienen documentos migratorios que les faciliten de alguna forma el traslado. 

Pero ellas siguen, guerreras, manteniendo con todo tipo de malabares una familia y buscando lo que se les perdió por aspirar a algo mejor, jugándose el tipo en asociaciones clandestinas e ilegales, que no dan tampoco garantías de éxito en la búsqueda. Si no las da el Estado, quién las va a dar.
Por otra parte, tampoco existe ningún tipo de coordinación entre México y los países de Centroamérica en un intento de colaborar y realizar búsquedas efectivas de estos desaparecidos. 

Más bien, no existe ni coordinación, ni interés, ni ganas. 
Lo que sí existe es una simulación, dice Delgadillo, por parte del estado mexicano: México goza de un gran número de instituciones, reglamentos... que velan por la defensa de los derechos de las personas migrantes y una política de investigación de las personas desaparecidas. Todo esto, de cara a la ONU o la Comisión Interamericana. Pero dentro, nada. Hueco. No hay ayudas, ni interés, ni cooperación. Ellas están solas, con su gran carga a la espalda, y siguen buscando.

Como heroínas, asumen el peso también emocional que esto les supone: la incertidumbre, la imposibilidad de seguir adelante porque no se sabe, la soledad ante las responsabilidades familiares, el peligro al que se enfrentan.

Las mujeres mexicanas y centroamericanas ya están curtidas y hechas a prueba de desaparecidos, de injusticia, de estados que no velan por sus intereses. Y cuando digo estados, no me refiero sólo a los mexicanos. Si la alarmante cifra de 1600 desaparecidos al mes está en Internet, dudo mucho que organizaciones tan poderosas como la ONU no estén al tanto. Pero son problemas que nadie mira, a nadie le interesan. En ámbito tanto nacional como internacional, las víctimas directas e indirectas de las desapariciones están mudas.

Las mujeres luchadoras no salen rentables a los organismos internacionales.


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