lunes, 26 de marzo de 2012

Jazz Oddara.

Los yorubas son originarios del oeste africano, y a día de hoy viven en zonas de Nigeria, Togo, Sierra Leona, Brasil, Cuba o Venezuela, entre otros sitios. Son los portadores de la religión del mismo nombre: Yoruba. Aunque es una religión que cuenta con gran cantidad de orishas (dioses), podría considerarse como monoteísta, ya que considera al Orisha Oloddumare como el omnipotente, el dios único. (Para saber más sobre la religión Yoruba, haz click aquí)

Además de Oloddumare, otros Orishas son venerados y representan diversos ámbitos de la naturaleza, de las sociedades, de lo que nos rodea.

Ayer, 25 de marzo, conocí a estos Orishas en Gran Vía, en la National Geographic Store, a ritmo de jazz con sonidos afro-cubanos. Los artistas Yuvisney Aguilar y Gito Maletá, a ritmo de batá (¿qué es un batá?) y piano, nos contaron las historias de los Orishas, de la religión Yoruba, de lo que se dice en su tierra y, sobre todo, de cómo se dice.

Yuvisney usa sus tambores batá para hablar de lo sobrenatural, de los orishas. Él cantaba y nos enseñaba, a los españoles y las españolas de movimientos torpes que intentábamos mover los hombros al ritmo de música nueva, cómo se cantaban las historias de Oshun, Shango o Babalú Ayé.
La música yoruba se caracteriza por la presencia de percusión, y se dirige a los Orishas y habla de ellos. Yuvisney no hablaba en castellano cuando nos cantaba sobre los orishas pero, antes de cada canción, nos explicaba quiénes eran cada uno de ellos, qué representaban, cómo eran y por qué los veneraban.

Así, conocimos a Shangó, Orisha del rayo, de la virilidad, de la justicia... Siempre representado con su hacha


...a Oshún, amante de Shangó, Orisha de la feminidad, la sensualidad...


... a Elehuá, o Elegguá, Orisha que abre y cierra los caminos del destino. Es representado en Cuba como un niño, por lo que se le ofrenda muchas veces con caramelos.


... o a Babalú Ayé, Orisha de la lepra, la viruela, las pestes, la miseria... uno de los Orishas más ofrendado.


Como estos, tantos otros.  ¿Quieres conocerlos, a ellos y sus historias? Aquí los tienes

1 comentario:

  1. La historia de Shangó tiene en Latinoamérica, sobre todo en la latinoamérica mágica que habita en el Caribe, su prolongación.
    Shangó es Changó en Colombia y, más concretamente CHANGÓ, EL GRAN PUTAS, de Manuel Zapata. Se puede ver una reseña interesante del autor en
    http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/52/TH_52_123_326_0.pdf
    Sobre Changó, me quedo con la historia que en una plaza de Cartagena de Indias nos contó un viejo maestro.
    Vaníamos Esther y yo de un largo paseo, deseando llegar a una terraza fresca, cuando en una placita sombreada vimos varias mesas con tableros de ajedrez en los que jugaban varias personas. La verdad es que teníamos los pies doloridos y los riñones jodidos, pero aquello era uno de esos espacios y momentos que o los vives o pasan de largo para siempre. Nos quedamos.
    Uno de los jugadores, maestro viejo como le llamaban y se gustaba llamarse, nos empezó a contar la historia de la india Catalina, cuya estatua quedaba a poca distancia de allí. Es en verdad una verdadera historia, por lo interesante e intenso de la vida de esta mujer, y por lo fenomenal. En la wiki hay un relato que se le acerca (http://es.wikipedia.org/wiki/India_Catalina)
    De la india Catalina pasamos a Changó, el gran putas, cimarrón impresionante que fue traído como esclavo a Cartagena y cuya fama y virilidad le habían precedido hasta el punto de que la mujer del conquistador Pedro de Heredia acudió a la actual plaza de los coches, donde estaba la casa de la aduana, que era el lugar donde se vendían los esclavos y esclavas llegados a puerto.
    La esposa de don Pedro quedó al instante prendada de aquel cimarrón y mandó comprarlo y que no lo marcasen (la costumbre era marcar a hierro candente una R en el pecho, y a veces en la cara, y las iniciales del comprador en la espalda.
    Las noches de pasión entre ambos fueron innumerables hasta que la dueña quedó embarazada y dió a luz un hijo... negro. Aquello hizo que Changó, con la ayuda de la dueña, huyese a la montaña cercana. En ella existe actualmente un monasterio que se ve desde Cartagena y dice la leyenda que allá llegaban las dueñas españolas a pasar noches de placer.
    Aquel trasiego nocturno creció hasta el punto que la inquisición puso en la puerta de la ciudad que daba al monte una báscula, donde se pesaba a las españolas al salir y al volver a Cartagena. Si el peso a la entrada superaba al de la salida, la diferencia se pagaba con oro.

    ...

    Cuando por fin nos sentamos a tomar una cerveza helada en la plaza de Santo Domingo (cuya torre de la iglesia está inclinada porque el diablo se empeñó en zarandearla hasta tumbarla, pero no pudo), repasamos la magia de la historia y del momento frente a otra estatua: una de las gordas de Botero que es una maravilla.

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