Hollywood es suyo, sus equipos de baloncesto siempre ganan los campeonatos y seguimos su modelo, a veces tendiendo a la copia barata. Estados Unidos luce su bandera orgulloso, se erige como potencia mundial, se sigue proclamando como "el país de las oportunidades".
Pero EEUU no puede tomarse siempre como ejemplo a seguir. Tras las sonrisas multiculturales, tras sus exitosas películas y su pegadizo himno, Estados Unidos vive una realidad distinta a la que enseña. Es, junto con Somalia, el único país que tolera la condena a cadena perpetua a menores de edad. "Delito adulto, condena adulta". Y se ponen los pelos de punta.
La tierra de las oportunidades se las da de poli malo y no empatiza, no piensa en el pasado de estos menores, en los factores de presión que han vivido, en lo que supone decir a un niño de 11 años que toda su vida la pasa en la cárcel.
En plena edad de aprendizaje, a estos niños y niñas se les deja de enseñar, porque aprender ya no les va a servir para mucho. Son castigados, son tratados como los adultos que en realidad nunca llegarán a ser, porque no gozarán de los alicientes y enseñanzas necesarios.
Tenemos que dar las gracias porque, al parecer, este país joven ya se está haciendo un poco mayor y se ablanda con la edad: hace unos años se declaró que sólo se podría condenar a cadena perpetua a menores en caso de homicidio. Uf, menos mal. Con esto no se sabe si pretenden limpiar sus conciencias o acallar a todas las voces con un poco de sentido común que claman al cielo ante semejante burrada. ¿Cómo es posible, en pleno siglo XXI, que un país avanzado apoye una condena tal a niños y niñas?
Se dan así casos como el de Christie Cheramie, condenada con 16 por asesinato. Prácticamente obligada por su exnovio, Christie asesinó a la abuela de éste. Los antecedentes personales de esta joven son para no dormir: el novio de su madre la violaba, intentó suicidarse y estuvo en una clínica psiquiátrica. Pero eso a la justicia no le interesa. Asesinó y tiene que ser condenada
Nathaniel A. fue condenado con once años: disparó a una persona con una escopeta. En el juicio no quedó muy claro si fue o no premeditado, aunque se asegura que el niño (repito, el niño) había expresado varias veces su intención de disparar a alguien (y yo me pregunto, por qué no se hizo nada ante este comentario, bastante inusual, antes).
En este último caso se suma un factor altamente decisivo: Nathaniel es negro. Según lo leído, en el jurado sólo había una persona negra, el resto eran blancos.
Y ya al margen del color de piel del jurado que, en un principio y dando por hecho su imparcialidad (a lo mejor estamos dando mucho por hecho), el hecho de que una persona menor acusada de homicidio sea negra hace que sea más difícil la liberación.
Y es que en EEUU la justicia es racista. Ya al margen de menores, cualquier acusado o acusada de raza negra siempre tendrá un juicio más complicado que una persona de raza blanca. Y lo mismo pasa con el dinero: la gente pobre lo tiene más difícil y la gente rica, más fácil. Si bien podemos decir que esto pasa en todos los países del mundo, sin miedo a caer en un gran margen de error, el caso de EEUU es especialmente llamativo por su grandísima pluralidad de culturas y por la publicidad y la imagen que proyectan al resto de países.
Menores condenados y condenadas, racismo y clasicismo en la pobreza. El Tío Sam debería agachar un poco la cabeza y tomar ejemplo de la justicia de países que le sacan bastante distancia, porque en esto nadie pretende tomar ejemplo de ellos.
En plena edad de aprendizaje, a estos niños y niñas se les deja de enseñar, porque aprender ya no les va a servir para mucho. Son castigados, son tratados como los adultos que en realidad nunca llegarán a ser, porque no gozarán de los alicientes y enseñanzas necesarios.
Tenemos que dar las gracias porque, al parecer, este país joven ya se está haciendo un poco mayor y se ablanda con la edad: hace unos años se declaró que sólo se podría condenar a cadena perpetua a menores en caso de homicidio. Uf, menos mal. Con esto no se sabe si pretenden limpiar sus conciencias o acallar a todas las voces con un poco de sentido común que claman al cielo ante semejante burrada. ¿Cómo es posible, en pleno siglo XXI, que un país avanzado apoye una condena tal a niños y niñas?
Se dan así casos como el de Christie Cheramie, condenada con 16 por asesinato. Prácticamente obligada por su exnovio, Christie asesinó a la abuela de éste. Los antecedentes personales de esta joven son para no dormir: el novio de su madre la violaba, intentó suicidarse y estuvo en una clínica psiquiátrica. Pero eso a la justicia no le interesa. Asesinó y tiene que ser condenada
Nathaniel A. fue condenado con once años: disparó a una persona con una escopeta. En el juicio no quedó muy claro si fue o no premeditado, aunque se asegura que el niño (repito, el niño) había expresado varias veces su intención de disparar a alguien (y yo me pregunto, por qué no se hizo nada ante este comentario, bastante inusual, antes).
En este último caso se suma un factor altamente decisivo: Nathaniel es negro. Según lo leído, en el jurado sólo había una persona negra, el resto eran blancos.
Y ya al margen del color de piel del jurado que, en un principio y dando por hecho su imparcialidad (a lo mejor estamos dando mucho por hecho), el hecho de que una persona menor acusada de homicidio sea negra hace que sea más difícil la liberación.
Y es que en EEUU la justicia es racista. Ya al margen de menores, cualquier acusado o acusada de raza negra siempre tendrá un juicio más complicado que una persona de raza blanca. Y lo mismo pasa con el dinero: la gente pobre lo tiene más difícil y la gente rica, más fácil. Si bien podemos decir que esto pasa en todos los países del mundo, sin miedo a caer en un gran margen de error, el caso de EEUU es especialmente llamativo por su grandísima pluralidad de culturas y por la publicidad y la imagen que proyectan al resto de países.
Menores condenados y condenadas, racismo y clasicismo en la pobreza. El Tío Sam debería agachar un poco la cabeza y tomar ejemplo de la justicia de países que le sacan bastante distancia, porque en esto nadie pretende tomar ejemplo de ellos.